Como el humo, veo amanecer el día en las nubes, que al final son niebla. Se desvanecen igual que una vida transeúnte que, por el solo hecho de nacer, muere.
En este verano prematuro, descubro la evidencia de que algo no hacemos bien. No me despertó este calor bochornoso.
En la pausa del desayuno, quiero prolongar este aire frío madrugador, que pronto se desvirtuará en un calor abrasante.
He aprendido que hay algo más allá de lo que conozco, algo que da virtud a la ardua apariencia de mi enojo, ansia e indiferencia.
El hecho de que aparezca significa que soy vacío en esta autoexistencia solitaria, que poco anhelo.
Al verme, por favor, recuérdame lo que soy: mera apariencia con nombre y forma, que depende de ti, de mí y de todo lo demás que convive en la misma relación dependiente, ya sea permanente o impermanente.
He visto cómo mi mente puede expandirse en la inmensidad infinita de la apariencia no dual, donde solo hay unión en armonía, en paz. Esa paz que puede verse afuera, pero se busca adentro, sigilosamente, observando la negación de lo que parece existir de una sola manera y no existe así, como el azul del cielo, que se ve, pero al buscarlo no lo puedo encontrar.
Así soy yo, tú y todos los demás.
Mera apariencia infinita como el azul del cielo.
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