A lo largo de mi vida, he observado que las personas que disponen de tiempo no siempre saben qué hacer con él. O bien no tienen claro si lo que están haciendo es lo correcto, o simplemente no les satisface. En cambio, quienes no disponen de él, por lo general, tampoco se sienten satisfechos, sin importar lo grandes que sean sus logros. Lo que consiguen pronto les decepciona, y enseguida se fijan nuevos objetivos que, aunque valiosos, no les logran satisfacer por completo. Tanto unos como otros malgastan su vida y, al final, suelen irse tristes de este mundo.
Creo que no nos hemos planteado una pregunta fundamental para caminar hacia la satisfacción y darle sentido a una vida que, si terminara hoy, hubiera valido la pena, sin dejar nada pendiente. Lo hecho, hecho está, y ha tenido sentido. Reflexionar sobre esto te puede llenar de una paz profunda y una satisfacción que trasciende lo mundano. Esta vida puede ser, como en un sueño, muy larga y aburrida, o muy corta e intensa. La verdad que todos conocemos es que nacemos, y este simple hecho indica que la cuenta regresiva de nuestra vida ha comenzado.
En definitiva, si te haces la pregunta correcta, y la reflexionas para vivir de acuerdo con tu propia respuesta, tu vida cambiará por completo, adquiriendo un significado profundo. No sé si será una verdad universal, pero para ti será tu verdad, tu camino. Porque habrás dialogado contigo mismo, te habrás preguntado y respondido, y jamás volverás a olvidarte de ti. Pasamos la vida dedicando tiempo a asuntos poco reflexionados y superficiales, tomando decisiones que surgen de la superficie de nuestra existencia y no desde su centro. Rara vez nos detenemos a reflexionar en medio del silencio mental; lo hacemos, más bien, en medio de la tormenta más absoluta.
La cuestión es que no nos damos a nosotros mismos el regalo del tiempo. El mejor obsequio que podemos hacernos es justamente eso: tiempo. Tiempo para quedarnos en silencio, conectando con nuestro yo más profundo. Cuando nuestra mente permanece en calma, se manifiesta un yo sabio que sabe qué hacer y suele hablar con mucho cuidado y ternura, la ternura que surge de una sabiduría ancestral, presente en cada célula de nuestro cuerpo y en armonía con el todo. Cualquier asunto que nos preocupe, desde ese estado, encuentra su solución como un manantial que brota en una roca árida. Todos llevamos dentro el potencial de la pureza, pero no nos regalamos tiempo para conectar con ella. La verdadera pregunta es: ¿Te regalas tiempo? La respuesta es sencilla. El mejor regalo que puedes hacerte es tiempo.
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