Era valiente, impuntual, sensible y caótica.

Me daba abrazos que hacían el amor al odio.

Removía mi ser, convirtiéndome en un milímetro invertido, jugando al escondite con el latido.

Construía miradas que aceleraban mi respiración. Direccionaba esa paz interior que sosiega, incluso cuando yo estaba más desordenada.

Allí, mientras el cielo intentaba abrir sus piernas, mostrándonos las estrellas y deleitándonos con el futuro frente al mar, me hizo aprender a tener el océano entre los dientes, quedándome muda, como si no sintiera nada, y viviendo en mis ojos los naufragios más agitados.

Pero, incluso así, no quise mirar a otro lado.

Y ahí me di cuenta de que todos esos cafés pendientes se habían convertido en sueños.

Que ya no era falta de tiempo contigo, sino mi exceso de tiempo sin ti, el que me hacía temblar hasta enchufarme de poesía y comillas suaves, las que me empachaban para inte6ntar sentir que no te echaba de menos.

Si supiera el tiempo los "te quiero" que hay escondidos detrás de un "¿cómo estás?".

Tú y yo seríamos historia, pero no más de la que yo llevo dentro desde que te conocí.

Entre falsetes y letras extasiantes, me transformé en la chica de las deudas con dudas, esas que deseaba que el otoño se las llevara cuando bajase la marea.

Oposité a desenfadada, con bombas expansivas entre mis manos, por si algún día miraba y ya no estabas.

Quería que supieras que tuve los mismos miedos que ganas de vivir(te).

Elisa Pascual

Escritora del libro Máquillame el Vértigo.

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